El Regalo de los Datos: Las Revistas Médicas Exigen que se Hagan Públicos los Datos como un Requisito Indispensable en Materia de Publicación

 

Shelled Wood HeadShot

 


Si alguna vez ha intentado usted aprender una segunda lengua habrá experimentado esa pequeña emoción que se siente al conectar una palabra que no sabía con una definición enterrada en su lengua materna. Esto me ha sucedido en varias ocasiones mientras intentaba aprender francés, recientemente con el sumamente paciente y amable Dr. Philippe Généreux, del Hospital del Sagrado Corazón de Montréal (Montréal, Canadá). Me estaba dando sus elecciones para las
noticias más importantes de 2015, en francés, y en el transcurso de una conversación, la verdad casi un monólogo, se refirió varias veces, de forma confusa para mí, a les données, cuya traducción literal es “los datos.” 

Tardé unas cuantas frases hasta que mi cerebro se dio cuenta de que “dado” en francés, significa, también “datos.”

Ese momento de darme cuenta de la realidad volví a tenerlo al enterarme de que el Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas (ICMJE) había anunciado una propuesta en forma de borrador de planes que exige que los ensayistas clínicos compartan sus datos públicamente como requisito indispensable para poder publicar los resultados de sus ensayos en sus revistas médicas. En otras palabras: datos en bruto hechos públicos libremente,

El anuncio de esta propuesta se hizo público, simultáneamente, en 14 revistas médicas de tirada internacional, incluido Annals of Internal Medicine, BMJ, JAMA, Lancet, y New England Journal of Medicine. El Dr. Darren Taichman, vice-editor ejecutivo de Annals of Internal Medicine, es el autor principal.

En virtud de esta propuesta, los datos de los pacientes des-identificados se harían públicos atendiendo a un plan acordado a los 6 meses de la publicación de los resultados principales de cada ensayo. El plan de compartición de datos sería un elemento del registro de los ensayos clínicos. ClinicalTrials.gov ya ha incorporado un elemento a su plataforma de registro para la recopilación de planes para la compartición de datos, advierten Taichman et al. 

Un defensor, desde hace tiempo tanto de la “ciencia abierta” como de la compartición de datos es el Dr. Joseph Ross, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale (New Haven, CT).El anuncio de ICMJE de esta semana, me dijo, “es de una importancia capital.” Dijo a TCTMD que no fue hasta 2005, cuando el ICMJE tomó las riendas de los registros en ensayos clínicos, introducidos por la Ley de Modernización de la FDA en 1997, que los ensayistas y patrocinadores empezaron a tomarse en serio dichos registros. “Fue una época en la que despegaron los registros en ensayos clínicos convirtiéndose en un eficaz mecanismo para entender la base de investigación y mejorar la integridad total de la literatura médica publicada,” dijo Ross.

Entramos en la fase dos. Varios organismos distintos ya han empezado a compartir los datos. El Instituto Nacional norteamericano del Corazón, del Pulmón y la Sangre ha liderado este campo desde el principio, advirtió Ross, si bien otros tantos centros universitarios, ensayistas internacionales e iniciativas auspiciadas por la industria ya hace tiempo que exigen que los datos de los ensayos se hagan públicos. El compromiso del ICMJE, no obstante, es un premio a todos estos esfuerzos: para poder publicar en una publicación científica internacional, hay que comprometerse, de ante mano, a facilitar los datos que uno tenga antes de la publicación del estudio.

Un Regalo Eterno

Como periodista que lleva tiempo cubriendo noticias de cardiología y medicina, hace tiempo que vengo oyendo quejas sobre el acceso a los datos, tanto de parte de los investigadores que exigen tener acceso a los números en bruto de otros investigadores como de parte de los propios investigadores, así como sobre el acceso restringido a los datos por parte de los patrocinadores que financian los estudios.

Algunas de las controversias más importantes en este sentido durante los últimos 15 años proceden de debacles ocurridas en el acceso a los datos tales como el escándalo del rofecoxib (Vioxx; Merck) a principios del año 2000, el riesgo de IM con rosiglitazone (Avandia; GlaxoSmithKline) en el RECORD, y, más recientemente, una serie de queja sobre el ensayo PLATO del ticagrelor (Brilinta; AstraZeneca), dirigido por investigadores ajenos al ensayo que solicitaron tener acceso a los datos en bruto del ensayo. Todas estas polémicas han sido historias jugosas para los periodistas pero, como apunta el ICMJE, les hacen un flaco favor a los pacientes que terminan poniéndose en riesgo al participar en los estudios.

Ross, no obstante, señaló que el anuncio del ICMJE no alude tanto a analizar los resultados publicados en los ensayos como a equilibrar los datos “para otras cuestiones de investigación y otras cuestiones científicas” que los investigadores originales podrían haber pasado por alto.

“En el mundo de hoy en día, cada vez vemos más usos que las personas hacen de los datos y ninguno de estos usos había sido pensado antes, pero en investigación clínica, si eres responsable de un ensayo clínico y recopilas los datos tienes total autoridad sobre estos y nadie puede echar un vistazo. En otras palabras, son ‘tus’ datos,” observó. “Pero ahora, esto sufre un cambio de arriba a abajo al proponerse que la ciencia debería de ser un proceso abierto y que otros tantos individuos deberían de aprovecharse de ello, lo cual viene a honrar la participación y afán voluntariosos de los pacientes que se inscriben.

Cuestiones Abiertas para una Ciencia Abierta

Pero esto probablemente no suceda de una forma limpia y quirúrgica. Ross apuntó dos cuestiones a las que todavía hay que dar respuesta: ¿qué mecanismo se utilizará para compartir los datos? y ¿cómo se financiarán iniciativas de investigación de este tipo?

“En el pasado, toda la infraestructura en materia de investigación se basaba en recopilar tus propios datos,” dijo. “Ahora hemos de ser lo bastante inteligentes y comprensivos para apoyar a los investigadores para que puedan hacer uso de datos ya recopilados y hacer avanzar la ciencia sin el gasto añadido que supondría que estos investigadores tuviesen que recopilar sus propios datos otra vez.”

Ross predice que habrá algún retroceso en este sentido, no de las agencias gubernamentales financiadores ni de la industria, sino de las instituciones universitarias que, con algunas excepciones, han sido lentas a la hora de abrazar el concepto de ciencia abierta.

“Lo que hemos visto en el mundo de la compartición de datos durante los últimos 3 o 4 años ha sido significativo, en parte, gracias a las políticas de amplias miras de los grupos de comercio farmacéutico PhRMA y EFPIA, que dijeron: nuestras compañías afiliadas han de tener planes de compartición de datos,” dijo Ross. El proyecto de Acceso Público a los Datos de Yale (YODA) anunció una alianza con Johnson & Johnson en 2014, y GlaxoSmithKline una alianza de ciencia abierta con el Instituto Francis Crick en Londres el verano pasado.

“Por eso creo que los patrocinadores de la industria farmacéutica van a ir por delante y, en su mayoría, todos van a remar a favor,” dijo Ross. “No obstante, los investigadores universitarios que nunca se han visto en la necesidad de compartir datos de esta forma, se mostrarán algo reacios al principio.”

El Dr. Pascal Meier, del University College de Londres (Reino Unido) es el editor de Open Heart, una de los primeras revistas médicas que puso de relieve la importancia de “datos abiertos” al ofrecer a los autores descuentos del 25% en las tasas de publicación siempre y cuando se comprometiesen a hacer públicos sus datos. Meier me dijo, por otro lado, que como editor, avala la propuesta del ICMJE y cree que podría ir, incluso, un paso más allá, ya que tal y como está estructurado en la actualidad el requisito de datos públicos se aplica, solo, a estudios intervencionistas, no a análisis retrospectivos ni a estudios observacionales. Los repositorios de datos para estos estudios podrían ayudar a terceras partes a analizar la precisión y los sesgos de los estudios, dijo.

Como autor, no obstante, Meier anticipa problemas, señalando que la mayoría de investigadores no tienen experiencia en la publicación de datos y que los proyectos de investigación no suelen estar financiados con dinero destinado a la organización y divulgación limpia de datos de forma que sea comprensible a otros investigadores. “No basta con poner una base de datos de Excel en Internet” y esperar que investigadores externos sepan usarla, dijo.

El Dr. Gregg W. Stone, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Columbia (Nueva York, NY), mostró una preocupación similar. “Todo el mundo está a favor de la transparencia,” dijo.  “Estas son importantes bases de datos que influyen en el manejo que hacemos de los pacientes, sobre todo, los importantes ensayos que llevan a la aprobación reguladora de nuevos fármacos y dispositivos.” Dicho esto, continuó Stone, patrocinadores e investigadores suelen pasarse años con estos estudios “conocen los datos íntimamente y suele haber consideraciones y matices muy sofisticados a la hora de analizar los datos. Es por esta razón que sacar a la luz una base de datos sin el trasfondo de la misma…es muy problemático y podría provocar interpretaciones y análisis imprecisos.”

Asimismo, el Dr. Christopher Cannon, del Instituto de Investigación Clínica de la Universidad de Harvard (Boston, MA), me dijo en un email que la idea de datos hechos públicos of public data “merece la pena” dijo, “aunque hay consideraciones prácticas que la hacen muy difícil y, potencialmente, dañina para la ciencia.”

Cannon, Stone y Meier advirtieron todos ellos que la mayoría de investigadores tendrán la intención de publicar múltiples análisis, así que hacer los datos públicos a los 6 meses les va a dejar poco tiempo para prepararse, presentarse y publicar dichos análisis. Además, predijo Cannon, “no me cabe ninguna duda de que habría análisis duplicados y publicaciones contradictorias sobre la misma cuestión y la misma base de datos,” por grupos que, a diferencia de los investigadores originales del ensayo, carecen de los conocimientos en profundidad de bases de datos complicadas.

Cannon también habló de los problemas que plantean los derechos del patrocinador que “ha pagado cientos de millones de dólares para que se puedan realizar estudios grandes.” Dar estos datos a “cualquiera que los pida” sería “regalar toda esta inversión,” sostiene.

Stone sugirió un problema en el que aquellos con motivaciones personales podrían “salir de la nada” con “mala voluntad”, llevando a cabo análisis de subgrupo en busca de titulares sensacionalistas “pero en el panorama general de las cosas esto no significan nada…No me opongo a investigadores e investigaciones creíbles que pretendan hacer avanzar la ciencia médica teniendo acceso a los datos, pero mi propuesta sería dejar pasar 1 año antes de publicar datos de alto nivel y 2 años antes de proceder a la publicación total de los datos,” para dar a los investigadores tiempo suficiente de publicar utilizando sus propios datos.

Ross, por su parte, reconoció que el problema de cómo reconocer el esfuerzo inicial hecho por investigadores originales y patrocinadores habrá que abordarlo tarde o temprano. “Al igual que tenemos índices de citas, tendremos que diseñar un índice de uso de datos o algo por el estilo que nos diga con qué frecuencia la gente está utilizando los datos,” sugirió.

La Vigilancia de Todos estos Datos Expuestos

Por último, hay dudas sobre cómo llevar todo esto a efecto. Me gustaría saber quién va a llegar la cuenta de si los datos se hacen, o no, públicos a los 6 meses propuestos por el ICMJE. ¿Se van a encargar los propios editores de las revistas médicas de comprobar que todos los datos en bruto de los estudios que han publicado se hacen públicos tal y como han prometido?

“Qué gran pregunta,” comentó Ross. “Cabría esperar que cada investigador tenga la suficiente profesionalidad como para hacer esto como parte de sus responsabilidades profesionales y cumpliendo con lo propuesto por el ICMJE.”

Meier se mostró preocupado a este respecto, advirtiendo que las publicaciones médicas y los editores no disponen, hoy por hoy, del personal necesario para llevar a cabo semejante tarea. “En un mundo perfecto, los datos abiertos son una buena idea pero es una idea difícil de llevar a la práctica en el mundo real,” dijo.

Quizá la amenaza de una retractación o el fantasma de ser vetado de futuras publicaciones sean un incentivo en sí mismo. “¿Cuántos investigadores de la comunidad internacional van a poner en peligro sus futuras opciones de publicar en JAMA y en New England Journals?” preguntó Ross. “Espero que haya algún tipo de auto-regulación y que los profesionales se den cuenta del beneficio de tiene sobre el propio campo de investigación.”

Cannon habló de otro tipo de supervisión que recaerá sobre las revistas médicas. “Puede haber distintos resultados que surjan de ideas equivocadas de cómo deberían de utilizarse los datos para el análisis de determinadas cuestiones,” dijo. “¿Han pensado los editores del ICJME qué van a hacer si reciben dos estudios sobre la misma cuestión en la misma revista médica?, ¿y en otras revistas médicas afiliadas al ICJME?, ¿evitarían y supervisarían toda publicación duplicada?” Y lo que es más importante, añadió, si hay diferencias en los resultados, ¿quién va a hacer labores de arbitraje a la hora de decidir qué análisis es el mejor y cuál la mejor reflexión sobre los datos en cuestión?

Cuestiones como estas deberán ser tenidas en cuenta, inevitablemente, por el ICMJE durante los próximos meses. El comité ha pedido opiniones y comentarios sobre su propuesta antes del 18 de abril de 2016. Los requisitos para comprometerse a hacer públicos datos entrarán en vigor en los ensayos que empiecen a inscribir a pacientes un año después de que se adopten, oficialmente, los requisitos de compartición de datos.


Fuente:
Taichman DB, Backus J, Baethge C, et al. Sharing clinical trial data: a proposal from the International Committee of Medical Journal Editors. Ann Intern Med. 2016;Epub ahead of print.

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Shelley Wood is the Editor-in-Chief of TCTMD and the Editorial Director at CRF. She did her undergraduate degree at McGill…

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